martes, septiembre 25, 2007

Unos dias por Navarra y Euskadi. Valdorba, Selva de Irati, Getaria

Deseo que hayáis disfrutado de unas buenas vacaciones, tranquilas y llenas de cosas que recordar, las mías no han estado mal.
Huyendo del terrible agosto mediterráneo proyectaba pasar con mi hija y mi perrillo unos días de tranquilidad por el Norte, y me atraía el Pirineo y especialmente el navarro por que era el que menos conocía. Una de las condiciones de la elección de lugar, era que en el alojamiento aceptaran mascotas, cosa realmente difícil y conocida por los que viajan con animales, claro que lo podría alojar en una residencia canina pero . . . ¿porqué hacerlo cuando en este caso Tom es un buen compañero de viaje? … siempre dispuesto a ir a cualquier lugar y aceptar todas las adversidades –si las hubiere- a cambio de buen trato y su ración diaria de galletas para perros … la compañía se completaba con mi hija Rakel, adolescente de trece años, que prefiere quedarse en el coche con su iPod a pasear por la playa de la Conxa en Donostia, o una pizza a un buen marmitako, en fin … qué dura es la adolescencia ¡
Y claro, la cercanía a Euskadi era otro aliciente añadido, así que inmerso en Internet logramos encontrar un alojamiento con todos los requisitos. Nos instalamos en la Valdorba, comarca central de Navarra, en un lugar llamado Orísoain, en una casa rural -Palacio de Orísoain- que resultó de lo más agradable en todos los sentidos.
Este enclave se encuentra en la Zona Media de Navarra, su origen es esencialmente medieval y se encuentra a unos pocos kilómetros al sur de Pamplona, ceca de Estella, Tafalla, Olite . . . la comarca de la Valdorba la conforman un conglomerado de pequeños núcleos urbanos que atrajeron a templarios y peregrinos, lugar de escaramuzas en la Guerra de la Independencia y en las campañas carlistas. Por el lugar transita una de las rutas alternativas a Roncesvalles (la aragonesa, que se inicia en Jaca) en el Camino de Santiago, ruta que se unifica en Puente la Reina y se encuentra sembrada de ermitas, iglesias y monasterios. En cuanto al patrimonio arquitectónico la Edad Media dejó la Valdorba plagada de pequeñas construcciones románicas (a partir del año 1200). En Orísain –que así se llama la aldea donde nos alojamos- recorrimos al detalle un bello ejemplo del románico que allí se encuentra, la parroquia de San Martín, que muestra un bestiario muy bien conservado en el exterior y una cripta diminuta de acceso muy interesante. Encontramos hórreos, algún molino harinero de viento marinero, varios palacios y casas señoriales, y núcleos urbanos limpios y bien conservados por los vecinos, que añaden atractivo a una naturaleza de lomas y monte bajo pre-pirenaico llena de carrascas, encinas, robles, e incluso algunos hayedos, y donde habitan el jabalí, corzos y tejones, la paloma torcaz, el buitre, el aguilucho y pequeños murciélagos. Abundan en la zona las setas y todo tipo de hongos, que aparecen ya a mediados de septiembre con las primeras lluvias y que perduran hasta Navidad, comenzando entonces la campaña de la trufa hasta el comienzo de la primavera. La gastronomía es uno de los encantos del lugar, el lechazo, la Ternera de Navarra (así, con mayúsculas), la caza, migas de todo tipo, bacalao al ajoarriero, queso de Idiazabal, pochas de Sangüesa . . . y todo tipo de verduras, tomates, cogollos y espárragos veraniegos, junto a borrajas y cardos invernales de la máxima calidad. Abundan los lugares donde comer estupendamente y para todos los bolsillos. Y otro encanto gastronómico es el vino, excelente, en líneas con los buenos riojas y dueros.
Una de las primeras salidas en coche que realizamos fue para visitar la Selva de Irati, inmenso bosque de hayas que media entre Roncesvalles y el Valle del Roncal, ascendiendo desde Estella por la Sierra de Izco hasta Lumbier, y luego por Navascués hasta Ochagavía, donde se accede al bosque en sí. El bosque llamado Selva de Irati és un lugar encantador y encantado, de dulces penumbras y aguas limpias que descienden entre hayedos hacia el Embalse de Yesa, donde se encuentra el espectacular Monasterio de Leire, de visita prometida para otra ocasión. Después de adentrarnos y dar un buen paseo por las sendas del bosque, comimos -muy bien- en Ochagavía, donde descansamos un rato antes de regresar a Orísain, total de la salida en coche unos ciento cincuenta kilómetros en total.
Otra de las salidas fue para visitar la Foz de Lumbier y alguna de las bodegas que por allí abundan. Nos recomendaron en Lumbier una bodega que practica la agricultura ecológica y que envasa un caldo extraordinario (tinto Azpea) pero el día elegido era fiesta local y se encontraba cerrada, sin mucho esfuerzo encontramos otras bodegas abiertas donde adquirimos una caja de crianza a dos euros la botella, que promete mucho aunque aun debe descansar unas semanas del barullo del viaje para dar su justa medida.
Es un lugar de difícil orografía, un cañón formado por el transcurrir del Rio Irati entre las montañas, de pocos kilómetros que se recorre muy bien paseando por una senda donde transitaba un tren local, que fue el primer tren eléctrico de la península (1911) y que desapareció en los años cincuenta. Es curioso atravesar el túnel que existe al comienzo del paseo desde Lumbier y de repente observar los altos desfiladeros, llenos de intensa vegetación, en sus alturas abunda el mítico quebrantahuesos y buitres que se otean fácilmente, y en sus aguas la nutria. Son interesantes de visitar los restos del Puente del Diablo y una pequeña villa romana del S.II d.C. que se encuentran en el extremo del desfiladero. A la entrada de Lumbier hay varios lugares donde disfrutar de una buena mesa.
Dedicamos otra jornada para acercarnos a Getaria y probar el excelente “marmitako” que allí cocinan, sencillo guiso de pescador elaborado a partir de bonito del norte, patatas y pimientos. Resulta que la costera de este túnido (y de otros mas) comienza con el fin del verano, y me comentaron que este año las capturas estaban siendo muy buenas lo que no le hace gracia a los pescadores porque los precios bajan con la abundancia hasta llegar a ser poco remuneradores, su precio en lonja rondaba los 2 euros / kilo. Bueno, como consumidor me alegro porque ello conlleva precios asequibles y poco frecuentes en las pescaderías (en Valencia lo estoy comprando a 6 euros/kilo) . Y también aprovechamos para dar un paseo por el paseo de la Concha, en Donostia, todo un privilegio si hace un día como el que tuvimos, soleado y apacible.
Lo más destacable del paisaje cuando uno llega a Navarra desde Zaragoza son los imponentes molinos de viento que aparecen en las cimas de todas las colinas. Está claro que la energía es un bien necesario y con pocas alternativas a la obtenida del petróleo y de los pantanos, y que en estos tiempos turbulentos de sequía y problemas en los países productores la energía eólica (y la solar) se presenta como de las pocas viables, pero creo que pagamos un alto “impacto visual”. Están transformando el paisaje y a mi forma de ver de forma negativa porque estos molinos generadores se tornan omnipresentes al viajero y para los habitantes de la multitud de los núcleos urbanos, aldeas y pueblecillos que allí se encuentran, y dificultan el tránsito de aves migratorias que justamente aprovechan estos vientos para desplazarse. Los beneficios económicos, especialmente para los ayuntamientos y propietarios de los montes donde se ubican (licencias de obra y alquiler del terreno a las compañías explotadoras) son muy importantes y esto propicia su proliferación y genera prosperidad, lo que personalmente me parece bien pero . . . ¿no podrían al menos pintarlos de colores mas integrados con el paisaje?, además allí donde el viento es importante colocan los molinos generadores uno al lado de otro, casi amontonados … no puede (no debe) ser así.

Texto y fotos: Juanma Juesas



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